viernes, 29 de abril de 2011

Reflexión.

No se qué carajo pinto en este mundo, en el siglo XXI, siendo partícipe de este paripé que es la sociedad, de esta parodia de humanidad a la que ¿pertenezco?. Realmente miro a mi alrededor y no veo más que vacío. ¿Qué queda en la vida que sea bonito? ¿Qué queda, motivante? ¿Profundo?

¿Cuál es el causante de tal decadencia? La total falta de valores, metas, sueños y profundos deseos en los jóvenes que conozco es realmente alarmante. Y lo que es más preocupante aun: nadie parece darse cuenta. Nos encontramos sumidos en un mundo de papeles, facturas, hipotecas, pagarés, cheques, diplomas, firmas, cuentas bancarias, prestamos, redes sociales... que no somos capaces, siquiera, de sacar a flote nuestra cabeza del maldito charco de lodo. Y ese es otro asunto... atrévete a sacarla. Si tratas de hacerlo, en primer lugar, intentarán tirar de ti hacia abajo y, si te resistes, el castigo será aun peor. Serás completamente ninguneado, despreciado y marginado. Entiéndase la simple metáfora.

No quiero parecer prepotente, ni megalómano, ni pedante, pero siento que los que deberíamos estar en la cúspide de la pirámide, estamos en la base. Considero que la mejor preparación es la humanista, por encima de cualquier otra, y aquellos que la tomamos como referencia para crecer como personas a lo largo de nuestra vida, nos vemos con muchas dificultades.

Es realmente una pena. Vivimos en un mundo donde pesa más un fajo de billetes que una noble ideología o un intenso sentimiento. El dinero y el avance tecnológico son las causas de tal decadencia y de tal crisis intelectual y moral en la que nos encontramos.

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